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Construir un hogar sano en donde la familia crezca, se desarrolle y sea exitosa es todo un arte de amor, entendimiento, compresión, aprendizaje y sabiduría.

Una familia sana se desprende de un matrimonio sano es decir, una relación de amor en donde la aceptación y el crecimiento personal son los pilares de dicha relación.

Cuando el amor es sano y está libre de dependencia y/o co-dependencias, habrá que hacerlo crecer y mejorar con el tiempo, así no existirá el desgaste de los años, más bien, vendrá con los años con mayor confianza, mayor felicidad y alegrías así como, progreso y prosperidad. Es decir, una unión centrada en el amor y el cuidado del uno al otro en aceptación y libertad de ser quien se es dentro de la relación de amor.

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Los tres cánceres del matrimonio

 

1. Las familias de origen - cuando la intervención de estas es negativa y lastima y                              destruye a uno o a los dos cónyuges.

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2. Las mentiras o el omitir información o comunicación - esto rompe la intimidad                               intelectual y emocional en la pareja. Perdiéndose esta intimidad, la relación                                      comienza a producir emociones negativas o destructivas en vez de positivas.

 

3. Los juicios de valor que lanzamos a la pareja - aquella soberbia que nos lleva a ser                           dueños de la verdad y que creemos que podemos juzgar a vivos y muertos pero en                           especial a la pareja.

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Los hijos son las semillas que algún día darán frutos. Los padres deseamos que esos frutos sean prósperos, seguros de si mismos, que se abran paso por la vida y que logren sus metas.

 

Por ello, llevarlos paso a paso, etapa tras etapa de una manera consciente, saber lo que estamos haciendo con ellos nos dará la certeza de que el resultado será el que esperamos cuando sean mayores.

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Los tres grandes asesinos del amor propio (autoestima) en los hijos

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1. La sobre protección - Hago por ti lo que tu ya eres capaz de hacer por ti.

 

2. La agresión - Golpes físicos, psicológicos, humillaciones, ofensas, indiferencia, “la ley del hielo”, la comparación con otros niños o con sus propios hermanos.

 

3. El condicionamiento afectivo - Cuando en la necesidad y en la búsqueda de que nuestros hijos nos  obedezcan o se comporten como lo esperamos, les condicionamos el amor a dicha obediencia.